jueves, 24 de noviembre de 2011

Los jibaros


Las jibarías se caracterizan por las casas ovaladas de chonta, con dos entradas generalmente estrechas. Las viviendas se hallan distantes y sobre elevaciones. Dentro de la vivienda se observa la colocación de tantas peakas o lechos de troncos y cañas cuantas sean las mujeres casadas. Las personas solteras duermen directamente en el suelo.


El hombre es el dueño del hacha, la red, la canoa, de las armas y de los perros que le ayudan en la caza. Las mujeres son responsables de la preparación de ollas y vasijas de barro, cestos y tejidos. Ellas son las que cultivan la yuca de las inmediaciones. Durante la noche cuidan que no se extingan las brasas hacia las cuales se extienden los pies de todos los que están durmiendo. Al despertar se apresuran a ofrecer a los mayores y a los niños una infusión amarga de guayusa que sirven tibia para que laven sus bocas y estómagos... Momentos después reaparecen con las piningas o recipientes de barro, repletos de chicha y de diversas comidas calientes.



El dueño de la casa, que suele ser polígamo, pronuncia un discurso matutino donde refiere las hazañas de sus antepasados y recuerda quiénes son sus enemigos vencidos o a vencer. Después de ser escuchado y de darse por satisfecho de las atenciones recibidas, sorbe los últimos tragos del nijamanchi, preparado con yuca fermentada, y se aleja con aire grave de entre los suyos. Lleva la cerbatana de una cacería, o la lanza, si es que se propone ir a visitar a otras personas de la jibaría.



Mientras los hombres hablan, las mujeres guardan riguroso silencio. Cuando se presentan es para traer piningas con chicha o con frutas y otros productos muy apetecidos entre los cuales figuran las orugas. Este silencio que guardan frente a los hombres adultos, queda compensado por la fluidez de sus conversaciones con los niños. En realidad los niños jíbaros son enseñados diligentemente por sus madres, antes que entren en una relación más estrecha con los padres, que los inician en la caza.


Durante la primera infancia el número de criaturas de ambos sexos es aproximadamente el mismo. El desnivel se produce para las personas de la misma edad como consecuencia de la vida un tanto pendenciera que llevan los hombres, siempre dispuestos a formar guirnaldas de cabezas. A los indios jíbaros les agrada tomar por esposas a las mujeres de sus enemigos de otras tribus.



Fuente: Hammerley Dupuy, D. Mujeres trágicas en la Jibaría. En: Revista Grográfica Americana 1946 26(156)

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