sábado, 3 de enero de 2009

Los argentinos discriminamos a las personas por su origen? (3)

Hasta ahora hemos visto cómo fue evolucionando la visión de Alberdi, de Sarmiento sobre la inmigración, las leyes que se dictaron sobre ese tema, también vimos cómo la literatura refleja el cambio de opinión de la comunidad.
Esta misma situación conflictiva se da con respecto a la lengua extranjera en la literatura, en un primer momento se plantea la necesidad de liberarse del español, así lo expresa Juan María Gutiérrez en 1837:
Nula, pues, la ciencia y la literatura españoles, debemos nosotros divorciarnos completamente de ellas, y emanciparnos a este respecto de las tradiciones peninsulares, como supimos hacerlo en política, cuando nos proclamamos libres. Quedamos aún ligados por el vínculo fuerte y estrecho del idioma, pero éste debe aflojarse de día en día, a medida que vayamos entrando en el movimiento intelectual de los pueblos adelantados de la Europa. Para esto es necesario que nos familiaricemos con los idiomas extranjeros y hagamos constante estudio de aclimatar al nuestro cuanto en aquellos se produzca de bueno, interesante y bello.

Más adelante, en 1852, Alberdi escribe las Bases y dice:
No temais pues, la confusión de razas y lenguas. De la Babel, del caos saldrá algún día brillante y nítida la nacionalidad sud-americana
.
Más tarde aparece el Martín Fierro (1872-1879), la primer parte en forma de folletín. La crítica literaria y los académicos lo miran con recelo y desdén y lo mantienen en un cono de sombras. Bartolomé Mitre escribe a José Hernández y le dice:
No extrañará que le manifieste con franqueza, que creo que usted ha abusado un poco del naturalismo, y que ha exagerado el colorido local, en los versos sin medida que ha sembrado intencionalmente sus páginas, así como con ciertos barbarismos que no eran indispensables.

Pero en 1909 con Ricardo Rojas comienza otra etapa, la gauchesca se incorpora centralmente al programa de defensa de "nuestra lengua en la propia casa, defenderla de quienes vienen, no sólo a corromperla, sino a suplantarla". Lo que antes habían considerado como una "buena" heterogeneidad se estaba convirtiendo en una "mala" mezcla. Las lenguas extranjeras de la inmigración se confrontaban con "otras" lenguas extranjeras, que la elite consideraba legítimas por su origen, y que en consecuencia, no perturbarían la constitución de una escritura argentina. Se trata del francés, el inglés, el alemán frente a los dialectos itálicos, el idisch y el ruso.
Borges en 1926 se suma a la polémica, en El idioma de los argentinos, afirmando que en el siglo XIX, hubo escritores (Echeverría, Sarmiento, Vicente Fidel López, Lucio Mansilla, Eduardo Wilde) que "dijeron bien en argentino".


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