VII
Opinamos que la recriminación que el gobernador Cabal hace en su proclama a los colonos extranjeros, es justa en cuanto tiende a sostener el imperio de la ley, de la autoridad y del respeto debido a las instituciones del país; pero no hay que olvidar que es indispensable rodear a todas esas expresiones de organización social, de la seriedad y eficacia que necesitan.
Cuando la multitud llega a perder confianza en la justicia oficial, entonces surge en ella un sentimiento que la conduce a hacer justicia por sí misma. El linchamiento del coronel Denis, es, efectivamente, un hecho lamentable, contrario a la ley y a las instituciones del país; pero hay que convenir que mucha culpa de tales hechos recae sobre aquellos gobernantes y funcionarios encargados de hacer eficaces el imperio de esas leyes y ofrecer al pueblo las garantías que exige con derecho. Si los colonos han producido este acto de violencia, es, simplemente, por la indignación concentrada que impregnaba sus espíritus por la secuela de abusos y por la impunidad con que obraban los delincuentes inveterados. La audacia, alevosía y cinismo del malevaje, no recibía siempre la condigna sanción penal que las leyes determinaban y que la sociedad tenía derecho a reclamar para su tranquilidad. Al contrario, más de una manifestación de esa desidia oficial se revelaba en la aplicación de dichas leyes y en el cumplimiento de la delicada función de asegurar, no solo el derecho a la propiedad, sini también a la vida.
En el caso del luctuoso suceso que historiamos, se deduce claramente que existía demasiada libertad para los elementos perniciosos y que como Santa Cruz y los hermanos Alarcón, no conformes con tener sobre sus conciencias, -si es que conciencia tenían-, homicidios anteriores, se dedicaban con la mayor naturalidad a degollar familias extranjeras. Para eso andaban libres y con la impunidad y el instinto que les predisponía al crimen, no vacilaban en aumentar la lista de sus víctimas.
Estos sujetos fueron mandados perseguir, pero en lo que al bandido Santa Cruz se refiere, podemos afirmar que no fue aprehendido, pues logró escapar de la acción de la justicia. Y después de muchísimos años de ausencia retornó a "El Sauce", según nos manifestó el nieto del coronel Denis a que ya hemos aludido.
En lo que atañe a los colonos que encabezaron la expedición a "El Sauce", fueron detenidos y llevados a Santa Fe, pero regresaron al poco tiempo.
Uno de los dirigentes más exaltados, considerado como autor principal en la muerte del coronel Denis, huyó rumbo al sur. Era éste Jeremías Magnin.
También se le mandó perseguir por orden del gobierno. Fue alcanzado en la costa del Carcarañá y del resultado de esta persecusión nos ilustra una carta que el Comisario del Distrito Rincón de Gaboto dirigió al Gobernador Sr. Cabal, con fecha 20 de octubre de 1869. "Hoy como a las dos de la madrugada -dice-, ha llegado la comisión mandada por V.E. encabezada por el cabo Fermín López e incorporándome yo a ella con la partida a mis órdenes, salimos en persecución de un individuo que según noticias venía fugado de las Colonias, el cual hallamos en este Distrito frente a la estancia de Gómez siendo ya de día y habiéndole intimado se rindiese, contestó que no quería y sacando su revólver se lo puso en la boca dándose la muerte. Pasamos a examinar las ropas del finado que contenía una onza de oro, cinco pesos bolivianos y dos documentos, de lo que dará cuenta el cabo de la comisión, así como el caballo ensillado en que montaba el enunciado individuo". Firma esta nota el comisario José Gregorio Alarcón.
Cuando la multitud llega a perder confianza en la justicia oficial, entonces surge en ella un sentimiento que la conduce a hacer justicia por sí misma. El linchamiento del coronel Denis, es, efectivamente, un hecho lamentable, contrario a la ley y a las instituciones del país; pero hay que convenir que mucha culpa de tales hechos recae sobre aquellos gobernantes y funcionarios encargados de hacer eficaces el imperio de esas leyes y ofrecer al pueblo las garantías que exige con derecho. Si los colonos han producido este acto de violencia, es, simplemente, por la indignación concentrada que impregnaba sus espíritus por la secuela de abusos y por la impunidad con que obraban los delincuentes inveterados. La audacia, alevosía y cinismo del malevaje, no recibía siempre la condigna sanción penal que las leyes determinaban y que la sociedad tenía derecho a reclamar para su tranquilidad. Al contrario, más de una manifestación de esa desidia oficial se revelaba en la aplicación de dichas leyes y en el cumplimiento de la delicada función de asegurar, no solo el derecho a la propiedad, sini también a la vida.
En el caso del luctuoso suceso que historiamos, se deduce claramente que existía demasiada libertad para los elementos perniciosos y que como Santa Cruz y los hermanos Alarcón, no conformes con tener sobre sus conciencias, -si es que conciencia tenían-, homicidios anteriores, se dedicaban con la mayor naturalidad a degollar familias extranjeras. Para eso andaban libres y con la impunidad y el instinto que les predisponía al crimen, no vacilaban en aumentar la lista de sus víctimas.
Estos sujetos fueron mandados perseguir, pero en lo que al bandido Santa Cruz se refiere, podemos afirmar que no fue aprehendido, pues logró escapar de la acción de la justicia. Y después de muchísimos años de ausencia retornó a "El Sauce", según nos manifestó el nieto del coronel Denis a que ya hemos aludido.
En lo que atañe a los colonos que encabezaron la expedición a "El Sauce", fueron detenidos y llevados a Santa Fe, pero regresaron al poco tiempo.
Uno de los dirigentes más exaltados, considerado como autor principal en la muerte del coronel Denis, huyó rumbo al sur. Era éste Jeremías Magnin.
También se le mandó perseguir por orden del gobierno. Fue alcanzado en la costa del Carcarañá y del resultado de esta persecusión nos ilustra una carta que el Comisario del Distrito Rincón de Gaboto dirigió al Gobernador Sr. Cabal, con fecha 20 de octubre de 1869. "Hoy como a las dos de la madrugada -dice-, ha llegado la comisión mandada por V.E. encabezada por el cabo Fermín López e incorporándome yo a ella con la partida a mis órdenes, salimos en persecución de un individuo que según noticias venía fugado de las Colonias, el cual hallamos en este Distrito frente a la estancia de Gómez siendo ya de día y habiéndole intimado se rindiese, contestó que no quería y sacando su revólver se lo puso en la boca dándose la muerte. Pasamos a examinar las ropas del finado que contenía una onza de oro, cinco pesos bolivianos y dos documentos, de lo que dará cuenta el cabo de la comisión, así como el caballo ensillado en que montaba el enunciado individuo". Firma esta nota el comisario José Gregorio Alarcón.
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