lunes, 22 de abril de 2013

El tango


Llegado el carnaval, el tango se hace dueño y señor de todos los programas de baile más libertino, sólo en esos días de locura puede tolerarse. No hay teatro donde no se anuncien tangos nuevos, lo que es un gran aliciente para la clientela de bailarines que deseosa de lucirse con las compadradas y firuletes a que da lugar tan lasciva danza, concurre a ellos como moscas a la miel.



Como espectáculo es algo original, en el Victoria sobre todo, es donde tiene que admirar más. La sala llena de gente alegre, por todas partes se oyen frases capaces de enrojecer el casco de un vigilante. En el fondo el malevaje de los suburbios con disfraces improvisados, en los palcos mozos bien y muchachas más bien todavía. De pronto arranca la orquesta con un tango, y empiezan a formarse las parejas. El chinerío y el compadraje se unen en fraternal abrazo, y da principio la danza, en la que los bailarines ponen un arte tal, que es imposible describir las contorsiones, cuerpeadas, desplantes y taconeos a que da lugar el tango.


Y se deslizan las parejas hamacándose cadenciosamente al compás de la danza, voluptuosamente, como si en ese baile pusieran todos sus deseos ... Allá en el fondo, la gente forma grupo para ver quebrarse a una china orillera, la que es proclamada maestra sin rival en el difícil arte, y la muchedumbre aplaude a este prodigio de la quebradura, riendo escandalosamente cuando el compañero de la bailarina dice: "Haceme el gusto, mi china".


Este es el baile orillero por excelencia; él da lugar a que el compadre luzca habilidades cínicas, en que demuestra toda la agilidad de su cuerpo y la resistencia de sus pies. Y por eso está de moda en carnaval; hasta los títulos que ostenta rebosan de originalidad compadre: "No me arrugués la pollera", "Golpeá que te van a abrir", "Embadurname la  persiana", "Sacale la nicotina", y otros por el estilo, para que se graben mejor en la mente de los bailarines.


Fuente: Caras y caretas 1905 8(336)

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