martes, 8 de enero de 2013

El empleado público (3)




El personaje principal de estas tragedias en broma, de donde se suele salir, como si la escena se desarrollara en Mónaco, con una mano atrás y otra adelante, se encarama sobre el escritorio de trabajo esgrimiendo una regla de la que nadie aparta los ojos mientras se mantiene orientada hacia el ventilador. Otro de los jugadores da vuelta a la llave de la corriente y el aparato se pone en marcha. El banquero da la voz de ¡alto! un segundo después, detiénese entonces el ventilador y gana la paleta que queda más cerca de la regla.




A la hora del te se comentan las novedades sociales o se pide que baile el gato o el cake walk al compañero Fernández, se hace tertulia y se aprovecha la ocasión para hablar mal de los jefes desde el ministro arriba y abajo. También se cuentan sus aventuras con detalles espeluznantes y divertidos y así se lo pasan hasta la hora de salir, mientras los compañeros Pérez y el ya citado Fernández continúan atareados dando la última mano a sus artísticas producciones.



Por desgracia para estos mozos de porvenir y de provecho, mientras se hallan lucubrando o estan con la imaginación a caza de un consonante difícil se presenta un buen señor en la ventanilla con la pretensión de que se le despache en seguida un expediente; pero Fernández y Pérez, cuando el caso se presenta y se presenta frecuentemente, contestan con la mayor tranquilidad:"¡Está a la firma del ministro!" y el postulante se marcha desesperado pensando para sus adentros: "¡La firma de los ministros es ás larga que un tren de carga y no llega nunca!".

Fuente: Caras y caretas 1905 8(331)
Texto: Goyo Cuello
Ilustrador: Arnó

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