Para los Onas y Alakaluf el mundo es la obra de un dios personal, que los primeros llaman Temaukl o con el epíteto de "El que vive en el cielo", y los segundos simplemente con el vocablo Xolas, o Estrella. Los Yagham llaman a Dios "El Viejo", pero no lo consideran específicamente como el creador, pero sí como el amo y dueño del mundo y proveedor de los alimentos terrestres. Para estos indios el Ser Supremo es un espíritu invisible, sin necesidades materiales, todopoderoso, que habita en el cielo "más allá de las estrellas"; está revestido de los más altos atributos morales y de él derivan todas las normas de buena conducta. Es el guardián de las leyes humanas y actúa como Gran justicia. La enfermedad y la muerte son las manifestaciones de su cólera; por ello es que los indios le reprochan amargamente la pérdida de un ser querido y llegan, en su cólera, hasta tratarle de asesino. Por el contrario pueden obtener su benevolencia viviendo de acuerdo con las costumbres tradicionales. La perfección de Dios es tal, dicen los Alakaluf, que es inútil tratar de doblegarle; por ello -igual que los Epicúreos- se abstienen de todo culto hacia él. Los Yagham, menos estrictos en su metafísica, le piden que les conceda la salud y el alimento, y le dan las gracias por sus beneficios. Los Onas consideran que Temaukl está relegado en un lejano universo, pero sin embargo le rinden un simbólico homenaje al ofrecerle las primicias de sus comidas.
Fuente: Metraux, A. El Dios Supremo, los creadores y héroes culturales en la mitología sudamericana. En América indígena 1946 6(1)
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