Al pie de su trabajo Coni aclaraba: "Los estudiantes salen a campaña por necesidad y los médicos extranjeros por causas diversas, pero siempre obligados por una causa superior a su voluntad". Las otras admoniciones del eminente higienista eran categóricas: "no se imporvisan médicos y cirujanos con estudiantes de 1º a 4º año"; "la salud del pueblo será encomendada a los legos e ignorantes" (1).
Sin embargo, la siguiente orden impartida por Roca desde su campamento de Carhué el 26 de abril de 1879, pone luz sobre algunos puntos abstrusos de la sanidad militar: "Conviniendo al mejor servicio para una visita sanitaria a las fuerzas expedicionarias, se dispone que los señores jefes de los cuerpos de esta guarnición reúnan todas las de su mando el día de mañana a las 9 a.m. en sus respectivos cuarteles, incluyendo las familias, para que sean sometidas a la inspección facultativa que deben practicar el cirujano mayor del ejército, doctor don Miguel Gallegos, y el del Cuartel General, doctor don Apolinario Martini".
Señala Juan Carlos Walther que en la campaña de 1833 los aborígnes pudieron fugar libremente hacia la cordillera, desde donde, auxiliados por sus congéneres araucanos, volvieron a las andadas. En cambio, en 1879 la batida fue sistemática y no quedó mote ni guarida sin revisar. De todos modos, ambos operativos sirvieron para poner en evidencia las estimables actitudes de nuestros soldados, que sin distinción de rango, en su continuo accionar por las soledades sufrieron toda clase de privaciones con estoica resignación. A ropósito diría Racedo: "El calor, el frío, el hambre, el insomnio, todo, todo es necesario resignarse a soportar cuando se quiere conseguir un triunfo sobre los salvajes" (2).
Para afianzar la visctoria de Roca, Conrado Villegas efectuó expediciones complementarias al gran lago Nahuel Huapí y a los Andes al sur de la Patagonia. A su lado estuvieron Liborio Bernal, Rufino Ortega y Lorenzo Vintter, fieles epigonos, quienes en conjuncion de ideales pusieron digno broche de oro al conflicto. Los araucanos fueron perseguidos hasta los mas reconditos, valles y desfiladeros cordilleranos del Neuquen, concluyendo la lucha por extenuacion total del enemigo.
Las secuencias de la prolongada batalla del Desierto trasuntan un desborde sangriento, el holocausto que demando la civilizacion e inspira la eleg{ia que merecen los nobilisimos constructores del patrimonio nacional.
Paralelamente a los acontecimientos del sur, se fraguo la conquista del Chaco, para establecer una hegemonia civilizadora sobre los grupos autoctonos. La selva encerraba innumerables peligros, acechanza de fieras, alimañas, tabanos y ofidios venenosos, componiendo un medio ecologico temible. Con las diferencias presumibles, ambos campos de operaciones ofrecieron riesgos dificiles de evaluar. La vegetacion lujuriosa del Chaco, sus esteros, terrenos anegadizos y climas bochornosos, constituyeron ingentes ripios pára las tropas que ocuparon sus distintos sectores (Austral, Central y Boreal). El ingrediente indigena, formado por tobas, matacos, mocovies, pilagas, chiriguanos y otras etnias, presento seria oposicion a las fuerzas encargadas de ensanchar fronteras; la lucha fue igualmente cruenta, como lo habia sido en las desiertas regiones patagonicas.
(1) El doctor Emilio R. Coni (1854-1928) fue un calificado higienista, cuya obra trascendio en Europa.
(2) Eduardo Racedo, La conquista del Desierto, Buenos Aires, Comisión Nacional Monumento al Teniente General Roca, 1940, pag. 19.
Fuente: Guerrino, A. (1984) La medicina en la Conquista del Desierto.
Sin embargo, la siguiente orden impartida por Roca desde su campamento de Carhué el 26 de abril de 1879, pone luz sobre algunos puntos abstrusos de la sanidad militar: "Conviniendo al mejor servicio para una visita sanitaria a las fuerzas expedicionarias, se dispone que los señores jefes de los cuerpos de esta guarnición reúnan todas las de su mando el día de mañana a las 9 a.m. en sus respectivos cuarteles, incluyendo las familias, para que sean sometidas a la inspección facultativa que deben practicar el cirujano mayor del ejército, doctor don Miguel Gallegos, y el del Cuartel General, doctor don Apolinario Martini".
Señala Juan Carlos Walther que en la campaña de 1833 los aborígnes pudieron fugar libremente hacia la cordillera, desde donde, auxiliados por sus congéneres araucanos, volvieron a las andadas. En cambio, en 1879 la batida fue sistemática y no quedó mote ni guarida sin revisar. De todos modos, ambos operativos sirvieron para poner en evidencia las estimables actitudes de nuestros soldados, que sin distinción de rango, en su continuo accionar por las soledades sufrieron toda clase de privaciones con estoica resignación. A ropósito diría Racedo: "El calor, el frío, el hambre, el insomnio, todo, todo es necesario resignarse a soportar cuando se quiere conseguir un triunfo sobre los salvajes" (2).
Para afianzar la visctoria de Roca, Conrado Villegas efectuó expediciones complementarias al gran lago Nahuel Huapí y a los Andes al sur de la Patagonia. A su lado estuvieron Liborio Bernal, Rufino Ortega y Lorenzo Vintter, fieles epigonos, quienes en conjuncion de ideales pusieron digno broche de oro al conflicto. Los araucanos fueron perseguidos hasta los mas reconditos, valles y desfiladeros cordilleranos del Neuquen, concluyendo la lucha por extenuacion total del enemigo.
Las secuencias de la prolongada batalla del Desierto trasuntan un desborde sangriento, el holocausto que demando la civilizacion e inspira la eleg{ia que merecen los nobilisimos constructores del patrimonio nacional.
Paralelamente a los acontecimientos del sur, se fraguo la conquista del Chaco, para establecer una hegemonia civilizadora sobre los grupos autoctonos. La selva encerraba innumerables peligros, acechanza de fieras, alimañas, tabanos y ofidios venenosos, componiendo un medio ecologico temible. Con las diferencias presumibles, ambos campos de operaciones ofrecieron riesgos dificiles de evaluar. La vegetacion lujuriosa del Chaco, sus esteros, terrenos anegadizos y climas bochornosos, constituyeron ingentes ripios pára las tropas que ocuparon sus distintos sectores (Austral, Central y Boreal). El ingrediente indigena, formado por tobas, matacos, mocovies, pilagas, chiriguanos y otras etnias, presento seria oposicion a las fuerzas encargadas de ensanchar fronteras; la lucha fue igualmente cruenta, como lo habia sido en las desiertas regiones patagonicas.
(1) El doctor Emilio R. Coni (1854-1928) fue un calificado higienista, cuya obra trascendio en Europa.
(2) Eduardo Racedo, La conquista del Desierto, Buenos Aires, Comisión Nacional Monumento al Teniente General Roca, 1940, pag. 19.
Fuente: Guerrino, A. (1984) La medicina en la Conquista del Desierto.
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