A comienzos de 1877, los indígenas estaban debilitados ostensiblemente y no reincidieron en incursiones de magnitud, sino que lo hacían en pequeñas tentativas con fines de saqueo. Namuncurá quiso someterse a cambio de provisiones de víveres y de la devolución de sus tierras de Carhué, pero el gobierno rechazó de plano sus pretensiones. En octubre de aquel año, Teodoro García salió con sus hombres decidido a vencer a Catriel y cumplió su objetivo. Algunos indios se entregaron y otros huyeron. El coronel Villegas aniquiló las tolderías de Pincen en Malal y regresó triunfal a Trenque Lauquen. También se decretaron intervenciones "de castigo" contra los salvajes que procuraban el robo de ganado. El clamor de las víctimas y las pérdidas sufridas dieron pábulo a severas críticas dirigidas a la cúpula gubernamental. Desesperado, Alsina inició negociaciones con Namuncurá para abandonar Carhué y otros sitios. Una embajada indígena llegó a Buenos Aires para firmar un tratado que haría efectivo el retiro de tropas, pero el acuerdo quedó en aguas de borrana; ante la tensa situación, en 1877 se inició una ofensiva generalizada para someter a Catriel. Fue el acto postrero de Adolfo Alsina, quien poco después habría de morir en Buenos Aires tras lenta agonía. La reluctancia indígena no cedería con presteza; el fatigoso cronograma del Desierto expiró al despunte del telégrafo y el rémington. La civilización quería poner algo sobre lo elemental y primario; luego, no reparó en apelar a los medios más drásticos y convincentes.
En abril de 1879, el general Roca, con un ejército de 6000 hombres, invadió el desierto de la pampa. Llegó a Choele-Choel y continuó por el río Negro hasta la confluencia de Limay y el Neuquén. Las legiones, comandadas por Nicolás Lavalle, Eduardo Racedo, Napoleón Uriburu, Hilario Lagos y Conrado Villegas, formaron un semicírculo y destruyeron distintos focos de resistencia. En tres meses murieron 1300 indios en la pelea, fueron capturados 12000 y al término de la campaña sólo quedaron escasos núcleos de rebeldes. Se integraron a la soberanía nacional 550.000 kilómetros cuadrados y se recogieron valiosos informes científicos, tarea que estuvo a cargo de una conisión integrada por Pablo Lorentz, Adolfo Döering, Gustavo Niederlein, Federico Schulz y Alfredo Ebelot, a quienes los soldados dieron en llamar "gringos adivinos".
Muchos detalles topográficos fueron tomados por el grupo de ingenieros que designó Avellaneda: Alfedo Ebelot, Jordán Wisocky y Francisco Host. Ellos se encargaron de mostrar en los planos, intimidades de solitarias comarcas que el blanco jamás imaginara (1).
El 24 de mayo de 1879 Roca llegó a las orillas del río Negro al frente del ejército expedicionario, que triunfaba sobre todas las previsiones pesimistas de la época, realizando un viejo y vivo anhelo de la nación (2). Asumiendo rasgos mesiánicos, se lanzó a una aventura incierta, superando airosamente los mayores escollos. Urgentes razones de geopolítica clamaban por la solución inmediata del largo conflicto, y Roca apeló a la ofensiva, desestimando las tácticas de disuasión que habían imperado en la ejecución de planes anteriores. Si bien es una realidad indubitable que Roca presidió la conquista del Desierto en el año 1879, sería injusto afirmar que la misma fue obra de su exclusividad. El ilustrado general la concibió y ejecutó como líder en su aspecto triunfal, pero debe recordarse que lo hizo acompañado por todo su pueblo. Fue el éxito de una generación, avalada por la concatenación de voluntades que auspiciaron la formidable gesta. Si para Roca la conquista del Desierto fue el episodio culminante de la primera parte de su vida, para el país simbolizó la apertura hacia grandes posibilidades de expansión territorial y económica (3).
(1) El ingeniero Ebelot escribió interesantes ensayos, que evidencias sus dotes literarias.
(2) Mariano de Vedia, Roca, París, Cabaut, 1928, págs. 70-71.
(3) Jorge Newton, El general Roca, conquistador del Desierto, Buenos Aires, Claridad, 1966, pág. 56.
Fuente: Guerrino, A. (1984) La medicina en la Conquista del Desierto.
En abril de 1879, el general Roca, con un ejército de 6000 hombres, invadió el desierto de la pampa. Llegó a Choele-Choel y continuó por el río Negro hasta la confluencia de Limay y el Neuquén. Las legiones, comandadas por Nicolás Lavalle, Eduardo Racedo, Napoleón Uriburu, Hilario Lagos y Conrado Villegas, formaron un semicírculo y destruyeron distintos focos de resistencia. En tres meses murieron 1300 indios en la pelea, fueron capturados 12000 y al término de la campaña sólo quedaron escasos núcleos de rebeldes. Se integraron a la soberanía nacional 550.000 kilómetros cuadrados y se recogieron valiosos informes científicos, tarea que estuvo a cargo de una conisión integrada por Pablo Lorentz, Adolfo Döering, Gustavo Niederlein, Federico Schulz y Alfredo Ebelot, a quienes los soldados dieron en llamar "gringos adivinos".
Muchos detalles topográficos fueron tomados por el grupo de ingenieros que designó Avellaneda: Alfedo Ebelot, Jordán Wisocky y Francisco Host. Ellos se encargaron de mostrar en los planos, intimidades de solitarias comarcas que el blanco jamás imaginara (1).
El 24 de mayo de 1879 Roca llegó a las orillas del río Negro al frente del ejército expedicionario, que triunfaba sobre todas las previsiones pesimistas de la época, realizando un viejo y vivo anhelo de la nación (2). Asumiendo rasgos mesiánicos, se lanzó a una aventura incierta, superando airosamente los mayores escollos. Urgentes razones de geopolítica clamaban por la solución inmediata del largo conflicto, y Roca apeló a la ofensiva, desestimando las tácticas de disuasión que habían imperado en la ejecución de planes anteriores. Si bien es una realidad indubitable que Roca presidió la conquista del Desierto en el año 1879, sería injusto afirmar que la misma fue obra de su exclusividad. El ilustrado general la concibió y ejecutó como líder en su aspecto triunfal, pero debe recordarse que lo hizo acompañado por todo su pueblo. Fue el éxito de una generación, avalada por la concatenación de voluntades que auspiciaron la formidable gesta. Si para Roca la conquista del Desierto fue el episodio culminante de la primera parte de su vida, para el país simbolizó la apertura hacia grandes posibilidades de expansión territorial y económica (3).
(1) El ingeniero Ebelot escribió interesantes ensayos, que evidencias sus dotes literarias.
(2) Mariano de Vedia, Roca, París, Cabaut, 1928, págs. 70-71.
(3) Jorge Newton, El general Roca, conquistador del Desierto, Buenos Aires, Claridad, 1966, pág. 56.
Fuente: Guerrino, A. (1984) La medicina en la Conquista del Desierto.
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