sábado, 6 de agosto de 2011

La defensa de Buenos Aires


El 24 de junio de 1806, la escuadra inglesa a las ordenes de sir Home Popham, que volvía de tomar posesión del Cabo de Buena Esperanza y al mando de los navíos Narciso, Diadema, Encuentro, Diomedes y Razonable y varios transportes, se presenta en la Ensenada de Barragán haciendo un movimiento simulado de desembarco, pero el 25 se presenta en la costa de Quilmes a las nueve de la mañana y desembarca sus tropas, las que a las ordenes del general Sir Guillermo Carr Berresford toma posesión de la fortaleza y ciudad de Buenos Aires casi sin oposición, por cuanto el virrey Sobremonte había huido para refugiarse en Córdoba.



El capitán de navío don Santiago de Liniers que se había negado a prestar juramento a las armas inglesas paso a Montevideo a solicitar auxilios del gobernador Huidobro quien se los concedió, armando veinticinco buques y un regular contingente de expedicionarios.


Este ejército desembarcó el 4 de agosto a las ordenes de Liniers en el pueblo de Las Conchas, donde se le reunen un gran numero de criollos dispuestos a la pelea y desde los corrales de Miserere intima la rendición de la plaza a Berresford.


La infantería de Liniers apoyada por la caballería que mandaba el comandante Juan Manuel de Pueyrredon, atacan a las tropas inglesas en las calles de la ciudad consiguiendo despues de un dia de rudo combate, apoderarse de parte de ella, obligando a los ingleses a reconcentrarse en la plaza principal.


Despues de varios combates, los invasores se ven en la necesidad de atrincherarse en el recinto de la fortaleza donde se rinden a discreción al pueblo armado el 18 de agosto.


El general Berresford tuvo que entregar su espeda a Liniers y la bandera de la conquista.


El 14 del mismo mes, el pueblo proclama al heroe de Buenos Aires, gobernador militar de la ciudad y depone de hecho al virrey Sobremonte.


Vencida la primera invasión, los ingleses vuelven a intentar una segunda y el 28 de junio de 1807 desembarcan en la Ensenada de Barragán, con diez mil soldados.


El ejército invasor desprende una columna a las ordenes del general Leweson Jower y haciendo un rodeo para encontrarse con las fuerzas de Liniers, entra a la ciudad por los corrales de Miserere (hoy plaza 11 de Septiembre)


Como Liniers había ido a refugiarse en la Chacarita, la ciudad se creyó perdida y organizó inmediatamente la defensa. El alcalde de primer voto, don Martín de Alzaga, en unión de los coroneles Pedro Andrés García y Balbiani, sagento mayor José Juan Viamont y el ingeniero Pedro Cerviño, organizaron prontamente la resistencia.



Vencedor Witelocke en Miserere despues de ocupar todos los suburbios de la ciudad, la intima rendición de la plaza.


Los jefes de la defensa rechazan con brío la intimación, y en ausencia del Liniers, que aun no había entrado em la ciudad ni había tenido tiempo para reponerse del descalabro del dia anterior, don Martín de Alzaga se niega a hacer la entrega de la plaza.


El 5 de julio, el ejercito de Witelocke avanza por las calles de la ciudad para apoderarse de ella, la que es bravamente defendida por los batallones de arribeños y criollos. Las fuerzas inglesas sufren perdidas horribles, pues eran hasta abrasadas con agua caliente que les arrojaban las mujeres que coronaban las azoteas de todas partes, puertas y ventanas, salía una arma mortífera que iba a dar muerte al invasor.



En este combate tuvieron más de tres mil bajas los ingleses entre muertos, heridos y prisioneros; sólo el capitán de arribeños don Juan Bautista Bustos, con diez y nueve hombres, hizo rendir a diez y siete. Llegada la noche, cesó el combate para continuarlo al dia siguiente con mas encarnizamiento.


Los ingleses que se habían apoderado de Santo Domingo se rinden a discreción, y después de varias horas de lucha, los invasores fueron completamente vencidos y se rindieron bajo capitulación.


Se rectifica ésta al dia siguiente, 7 de julio, y el ejército inglés vencido por las tropas mandadas por Liniers, tiene que evacuar la ciudad y su territorio, en el término de cuarenta y ocho horas y hacer entrega antes de dos meses de la ciudad de Montevideo donde aun flameaba el pabellón británico.


Aún hoy se mantiene vivo el recuerdo de don Santiago Liniers, el heroe de la jornada, el hombre que celoso del cumplimiento que él consideraba sagrado, fue el alma de la defensa, el que se movió y organizó todo, incitando al pueblo a resistir valientemente a los invasores, a los que había declarado guerra sin cuartel.


Liniers, religioso de buena fe, consagró a la Virgen del Rosario las banderas que él y sus compañeros arrebataron al enemigo durante la lucha, rica en ejemplos de heroismo y de amor al terruño.



Con estos hechos se retempló el heroismo de los hijos de Buenos Aires, quienes en lo futuro supieron cubrirse de gloria, dando motivo para que el libro de la leyenda patria se llenara de páginas inmortales.




Fuente: Caras y caretas 1904 7(306)

No hay comentarios: