Dos veces se sentó Vesalio en los bancos de los estudiantes y miró cómo un barbero cirujano, a toda prisa, señalaba los órganos más importantes del cuerpo humano, mientras que el profesor recitaba unos párrafos de Galeno. En la tercera ocasión, gracias a su celo por la anatomía, se le permitió ocupar el lugar del barbero cirujano. Mas aquello no era disección; aquello era simplemente echar un vistazo a aquellas estructuras maravillosas que tento anhelaba poder estudiar como había estudiado los huesos.En 1536, la guerra entre Francia, España y Alemania puso fin a los estudios de Vesalio en París; su padre ocupaba un cargo oficial en la corte del emperador Carlos V y, a causa de ello, Vesalio tuvo que ir a continuar sus estudios en Lovaina, donde tuvo lugar el acontecimiento más pintoresco de su vida. En el silencio y oscuridad de la noche se llegó Vesalio hasta las horcas, que estaban en las afueras de la ciudad, para robar un esqueleto: el esqueleto de un convicto que habían ahorcado, cubierto de cadenas, y que se había dejado colgando, de acuerdo con la costumbre, para ejemplo y advertencia de todos los malhechores. Si lo llegan a coger en el momento del robo, no hay duda de que le hubiera cabido la misma suerte.
[Fuente: Haggard, H. (1941) El médico en la historia]
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