El dependiente es el único que no se aventura por esas calles a decir chicoleos a las niñas, pero la que se acerca a su mostrador tiene que oir en prosa o en verso algunas pavadas. Algunos hasta se ensayan con los maniquíes.
Creemos que sería hora de terminar con tan feo hábito, porque no teniendo el piropo otro objeto que llamar bonita a una mujer, a ésta le basta con mirarse al espejo que es el único que dice las verdades a la cara.
Fuente: Caras y caretas 1904 7(320)
Texto: Julio Castellanos.
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