Eduardo Jenner era un hombre de aspecto agradable y de modales afables y cariñosos y que fue también uno de los grandes investigadores de todos los tiempos. A él se le debe la vacuna contra la viruela.Una tradición de los vaqueros de la campiña fue la senda que llevó a Jenner hacia su descubrimiento. Sucedía que una y otra vez tenía Jenner que ir a inocular contra la viruela a los miembros de alguna familia campesina y, como muchas veces no conseguía que prendiera la inoculación, viendo que el inoculado no tenía la viruela, los campesinos le decían que había tenido "la viruela de las vacas". Y según la tradición, todo el que había tenido la viruela de las vacas no contraía después la otra viruela.La viruela vacuna se presentaba en forma de unas pústulas pequeñas llenas de pus esparcidas por la piel y hombres y mozas que cuidaban del ganado presentaban de vez en cuando pústulas semejantes; los cuales, fuera de las molestias locales que tales pústulas les ocasionaban nunca se ponían realmente enfermos. Y entretanto la tradición insistía en que los que habían tenido la viruela vacuna no tenían después la otra viruela.He aquí que ante los ojos de Jenner se presentaba una posibilidad que lo dejó en suspenso; algo simple y seguro con que sustituir la inoculación.En 1796 estalló una epidemia de viruela vacuna, en una hacienda de Gloucestershire, y una moza de establo llamada Sara Nelmes contrajo la enfermedad; Jenner sacó de sus pústulas una gota de pus y la puso sobre una raspadura en el brazo de un niño de ocho años que se llamaba Jaime Phipps. Al poco tiempo se formó una pústula en el brazo del niño, sin que la viruela vacuna se le presentara en ningún otro lugar y se curó dejando una pequeña cicatriz. Jenner esperó; y al mes siguiente, luego de haber hecho una pequeña escarificación en el brazo del niño, le volvió a poner pus, previamente esta vez de un hombre enfermo de viruela que no era vacuna; o sea que inoculó al niño. Jaime no se enfermó y cuando unos meses después Jenner lo volvió a inocular, tampoco se enfermó de viruela. La tradición era cierta; la viruela vacuna protegía contra la viruela.
[Fuente: Haggard, H. (1941) El médico en la historia]
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