Los indios ranqueles ... (continuación)
Los ranqueles vivían en tolderías al borde de las lagunas, que en aquellas regiones están cubiertas de juncales de montes y de cañaverales.
Menos numerosos que los puelches, pues quizás no alcanzaban a cuatro mil almas, poseían en otro tiempo un ejército aguerrido y valiente de 1600 lanzas.
Posteriormente, estos indios fueron el blanco de las tres expediciones, dirigidas una por el brigadier general don Emilio Mitre, otra por el coronel Vedia, y la tercera por el general don José Miguel Arredondo; pero ellas dieron resultados desastrosos, por la falta de elementos y de buenos baqueanos, por el rigor de las estaciones y por la naturaleza rebelde del territorio que tuvieron que recorrer, circunstancias que se asociaban a la hostilidad con que los ranqueles perseguían a nuestras fatigadas tropas, en la cruel retirada a que se veían reducidas.
Desconfiados los bárbaros desde aquellas expediciones, habían adoptado un sistema de vida aislada, por familias. Cada una constituía una toldería y unas y otras se hallan tan distantes que toda esta nación ocupa aproximadamente un área de 600 leguas, a fin de no presentar un gran objetivo al ejército.
El cacicazgo de que dependía esta nación, se halla situado en Leuvucó, cuya situación geográfica no ha sido determinada por el coronel Mansilla, que visitó allí al soberano indígena Mariano Rozas, muerto ya, y cuyo sucesor es Epumer Rozas.
El ejército de los ranqueles ha sido diezmado en la guerra, y ha sufrido la deserción de varios escuadrones que, al mando de sus capitanejos y con sus familias, han preferido cambiar la vida del salvaje por la del colono, habiendo contribuído eficazmente a estos resultados la energía en el servicio militar, por una parte, y por otra la evangélica abnegación de los beneméritos padres franciscanos que, aleccionados por la conducta de sacrificios de fray Marcos Donati, se han consagrado a ejercitar su influencia sobre los ranqueles. Estas acciones tan meritorias como humildes, deben ser recogidas por el historiador, pues, un fraile de prestigio entre los indios vale un regimiento en estas circunstancias en que, llevada la frontera al río Negro, tendremos necesidad de encaminar por nuevas sendas al bárbaro domado.
Fuente: Zeballos, E.S. (1878). La conquista de quince mil leguas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario