Los pampas o puelches actuales reconocen un Cacique general como jefe supremo, y el asiento de este gobierno indígena, o cacicazgo, es Salinas Grandes al sur de Buenos Aires.
Todo induce a pensar que a estas horas los indios tienen su asiento al Suroeste de Salinas, en dirección al río Colorado, a donde los han arrojado las pequeñas expediciones realizadas en 1878.
En 1877 vino a Buenos Aires una embajada del cacicazgo de Salinas Grandes, con la pretensión de recuperar el Carhué Mapú a país de Carhué. Los indios nos fueron recomendados y los agasajamos tanto, que con una comida campestre, con regalos a la embajada y con el presente de un puñal de plata que mandamos a Namuncurá juntamente con un retrato para que nos conocieran, pues les ofrecimos visitas en sus tolderías, conseguimos inspirarles confianza y obtener respuestas positivas sobre muchos datos que deseábamos averiguar.
Entre otros supimos que la población indígena dependiente de Namuncurá, inclusive las tribus viajeras que van y vienen entre Salinas y los Andes, ocupadas en el negocio de ganados, alcanzaban de diez a doce mil almas con un ejército de 2000 lanzas.
Estos indios viven del robo y hacen la guerra al cristiano con crueldad y odio implacables, como si satisficieran una venganza horrible jurada por sus progenitores ante la injusticia con que fueron tratados. Sus invasiones a nuestras tierras dejan huellas teñidas de sangre y marcadas por el incendio y el saqueo; y en sus mismos toldos hacen sufrir horribles e indescriptibles torturas a los desgraciados prisioneros o cautivos.
Cuando la aglomeración del ejército en las fronteras les opone una barrera que no es fácil salvar sin peligro, estos salvajes, que tienen la índole de la pantera y la astucia del zorro, piden la paz y envían a Buenos Aires sus comisionados, que son generalmente hermanos e hijos de los jefes de las criminales bandas.
Fuente: Zeballos, E.S. (1878). La conquista de quince mil leguas.
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