lunes, 22 de diciembre de 2014

El sultán rojo


Abdul Hamid II, fue llamado el sultán asesino por Gladstone, el historiador Alberto Vandal, de la academia francesa no encontró mejor calificativo que sultán  Rojo, Anatole France lo llamó el déspota loco de espanto.



Pedro Quillard dice que organizó las masacres de los árabes del Yemen y las masacres de los drusos del Líbano. También hizo matar a los kurdos, a los lazos, a los teheskeses y, en Europa, a los albaneses, cuando ya no los necesitaba para ejecutar sus crímenes. Organizó en Mosul las masacres de los yezidis, hombres no sólo indefensos, sino inofensivos. Organizó masacres en los helenos de Creta y en Epiro, organizó en Macedonia la masacre de losbúlgaros, servios y rumanos. Hizo morir a millares de turcos en el Bósforo por medio del ahogamiento, en las cárceles por medio de la estrangulación, en las lejanas tierras del destierro por medio del veneno y del puñal.


Desde el año 1894, sobre todo en el 95 y 96, ha emprendido la metódica obra de exterminar a sus subditos armenios y, después de haber ahorcado, descuartizado, quemado a más de trescientas mil criaturas humanas, viene persiguiendo el cumplimiento de su propósito por medio de hambre y la miseria sistemáticamente impuestas.


Tales antecedentes, confirmados por informes diplomáticos, explican el odio que le profesa todo el mundo civilizado. Necesario es agregar que Abdul Hamid, príncipe supersticioso y entregado a las prácticas de la magia negra, desconfía de su misma sombre e, impulsado por el terror, dominado por el recuerdo de la sangre vertida, comete los crímenes más inexplicables. Tan es así, que mató a una de sus hijitas porque jugando en su imperial despacho, fingía ella apuntarle con un revólver encontrado sobre un escritorio.


Recuérdase también la reciente aventura de su cuñado y sus dos sobrinos, fugados en secreto de Constantinopla, a quienes pretendió hacer bajar del vapor francés en que se habían embarcado, evitando una segura muerte.
Radicados ahora en París, esos personajes dirigen ostensiblemente el partido de la joven Turquía. El movimiento regenerador cuenta con numerosos afiliados, educados en su mayor parte en las mejores universidades europeas.


¿Debe atribuirse a ellos la tentativa de supresión de la cual fue objeto, en julio de 1905, el siniestro califa? ... ¿o se trata únicamente, como podía desprenderse de los telegramas, de una venganza de ciertos elementos búlgaros que no le perdonan los horrores de Macedonia?
Lo cierto es que, al volver de la mezquita Hamidié, donde tiene lugar semanalmente la ceremonia religiosa del Selamlyk, Abdul Hamid vio estallar una bomba a poca distancia de su persona.


Fuente: Caras y caretas 1905 8(356)

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