A pesar de un cánon historiográfico de suma rigidez, se mantuvo en las creaciones de los bordadores y fabricantes de tapicerias una apreciable libertad en lo que concierne al dibujo propiamente dicho, y esta libertad permitió a unos figurar a cualquier soberano con aspecto de niño, o de estatura elevada y cuerpo vigoroso, y a otros con el cuerpo de anciano, o de talla mezquina y complexión endeble, de manera que no podemos contar con coincidencias fisionómicas en ninguno de los casos.
Para sustentar tal enunciado con una prueba, reunimos ahora las colecciones que nos han llegado a partir de 1600 hasta 1745, junto con sus imitaciones de los siglos XVIII y XIX, limitándonos únicamente a los retratos de un solo Inka, esto es, de Pachakuti Yupanki, que ocupa el IX lugar en las más difundidas sucesiones dinásticas tradicionales.
La serie se compone de las siguientes efigies:
1º El medallón de la lámina publicada en España como frontispicio a la Quinta Década de Antonio de Herrera (1601-1915)
2º La figura del noveno Inka que ocupa la foja 108 del manuscrito del cronista Guaman Poma de Ayala (1613)
3º El busto de Pachakúteq en la tabla publicada por el religioso e historiador limeño Don Alonso de la Cueva Ponce de León (entre 1740 y 1745)
4º El medallón de la colección publicada en Inglaterra por John Ranking en su libro de fantasías americanistas de 1827
5º El retrato que integra la galría que compuso y divulgó el doctor Don Justo Sanuaraura Inka, en su edición de París de 1850
Fuente: Imbelloni, J. Los seis retratos de un rey Inka. En: Revista Geográfica Americana 1946 25(152)
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