miércoles, 23 de noviembre de 2011

Los botocudos

Los indígenas de Santa Cararina son los botocudos o botocudos falsos, tribu caingang de la familia de los ges. Los botocudos eran los dueños toda la zona costera y la selva en el sur de Brasil.
 Los botocudos viven a lo largo del río Hercilio, habitando en chozas bastante bien construídas. Aunque usan ya herramientas y útiles modernos, y se visten como los blancos, emplean aún objetos antiguos, y conservan sus armas primitivas. De mucho interés etnográfico son sus enormes arcos con corte transversal ovalado, y cuerda de fibras de hortiga grande. Las flechas tienen emplumadura doble y largas puntas de hierro o (muy raras veces) de piedra. Usan además un arma terrible, una lanza de la altura de un hombre, de corte transversal, romboidal y punta de acero con aletas; estas puntas, sumamente filosas, atravesando el pecho producen heridas gravísimas, casi siempre mortales.

Tienen morteros de madera, que suelen ser pequeños y de formas graciosas, con pisones de piedra. En tiempos pasados tejían camisas y mantas con las fibras de la ortiga grande; todavía las viejas lo siguen haciendolas, mientras que las jóvenes se dedican a la costura y al tejido de lana o algodón según los usos modernos. Los hombres usaban antes el botoque, pieza de madera, hueso o piedra que se colocaban en el labio inferior, el que, a ese efecto, era previamente perforado mediante un palito de madera dura, con extremidad aguzada.

Hasta hace poco practicaban la escarificación en caso de dolores, jaquecas y cansancio. Muy singulares son las prácticas dentistas; el paciente tiene que acostarse en el suelo, donde sus parientes lo mantienen sujeto con mucha fuerza; el "dentista" se acerca con sus "instrumentos", uno de los cuales consiste en un palito de madera con punta roma en forma de diente, y el otro es una piedra; apoya la parte roma del palito sobre el diente dolorido, y con la piedra golpea sobre el otro extremo del palito, con tal fuerza que el diente salta del alveolo.

Sólo los viejos conocen todavía las tradiciones de sus antepasados. Según las mismas, los primeros hombres salieron del interior de la Tierra, poblando el mundo, que los botocudos imaginan como un disco. Creen en el diluvio, que destruyó todo, y al que sólo sobrevivieron trews hombres. Numerosos espíritus andan por montes y campos, como vagan también las almas de los difuntos que no pueden entrar al paríso.

Fuente: Hanke, W. Sierras y ciudades del sud de Brasil. En: Revista Geográfica Americana 1946 26(155)

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