sábado, 29 de octubre de 2011

Mitología sudamericana

La tía Ewaki les impuso, a Kamé y Keri, la misión de apoderarse del sol y de la luna que pertenecían al Urubu rojo y al buitre. Anteriormente el universo estaba sumergido en la oscuridad excepto los raros instantes en que el buitre hacía su aparición con el sol. En el zenit había un agujero negro que pertenecía al urubu; un tapir cayó en él cuando era de noche. Keri lo vio y se deslizó en una de sus patas delanteras. Kamé se transformó en un pajarillo que se posó en una rama para advertir a Keri de lo que ocurriera. El buitre abrió el sol para que su compañero pudiera ver el tapir muerto. Todos los urubu y todos los buitres rojos y negros se precipitaron sobre la carroña y la ataron con lianas para hacerla salir del agujero y repartírsela. Kamé, sobre su rama, hizo "neng-neng"; Keri sopló y los pajarracos no pudieron despedazar el tapir con sus picos. Llamaron en su ayuda al Gran Buitre, pero cuando éste abrió al tapir con su pico, Keri le atrapó con tanta energía que el pájaro creyó morir; Keri le dijo que lo mataría a menos que le diera el sol. El buitre real envió a su hermano del Buitre blanco a buscar el sol, pero éste sólo trajo la Aurora. "¿Es realmente esto?" preguntó Kamé a Keri, el cual sujetaba fuertemente al buitre. "No; yo no quiero la Aurora", respondió Keri. Entonces el urubu blanco les trajo la luna. "¿Es realmente esto?" volvió a preguntar Kamé: "No", respondió Keri. Fue entonces cuando el buitre blanco trajo el Sol, y cuando Kamé preguntó "¿Es esto?", Keri respondió "Si, ahora si es"; y devolvió la libertad al buitre, el cual estaba muy encolerizado.
Keri pensó y pensó que es lo que podría hacer con el sol y la luna, porque siempre había luz, y Ewaki no sabía que aconsejarle. Finalmente fabricó un gran puchero y con él cubrió los astros. Ya era de noche. Dio la luna a Kamé. El Sol y la luna estaban bajo el puchero; cuando este se levanta, es de día.
Después los dos hermanos quisieron adquirir el sueño, el cual era propiedad del Lagarto; éste los recibió amablemente y les dijo: "Oh, hijitos míos". Permanecieron en su casa, se acostaron en sus hamacas y durmieron. Al despertar se sintieron bien tispuestos, se despidieron del Lagarto y se fueron llevándose la hamaca que les habían dado. En el camino quisieron dormir; ataron su hamaca a los árboles y se acostaron en ella, pero pese a sus esfuerzos para dormir, no lo lograron. Regresaron a casa del Lagarto y apoderándose de él le arrancaron el párpado. El Lagarto no estaba contento, pero desde este momento pudieron dormir porque tenían párpados.
Después de esto, Keri y Kamé abandonaron el cielo, único lugar entonces habitado, y vinieron a la tierra, relegaron el cielo al lugar que ocupa en la actualidad.

Fuente: Metraux, A. El dios supremo, los creadores y héroes culturales en la mitología sudamericana. En: América indígena 1946 6(1)


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