viernes, 7 de octubre de 2011

Los espiritus entre los mayas


Se cree que los espíritus ancestrales habitan en el más alto de los cerros que circundan el pueblo. Enfrente de la entrada de la cueva de este cerro existe una prominencia desde donde los ancestros vigilan al pueblo para procurar que no entre el mal.



Los espíritus habitan en las casas, en las fuentes, en las cuevas y en los cerros del panorama que circunda al pueblo. Algunos deben ser propiciados, como los de la casa donde uno vive; otros deben ser evitados, como los dueños de cuevas que controlan el calor que pueden acarrear enfermedades contagiosas. Todos los espiritus deben ser reconocidos y respetados por lo que son capaces de hacer. La gente cree que los dos espiritus ancestrales que forman los progenitores mitológicos de la comunidad, habitan en una cueva cercana a un cerro desde el cual dominan la vista del pueblo (lám. 1 y 2). Todo cuanto hacen los habitantes es vigilado por los ancestros, quienes procuran que no entre el mal y que no escapen sin castigo los malhechores del pueblo.



La casa es construída en dos etapas. Al término de cada una se hace una ceremonia que liga los espíritus de los inquilinos con el espíritu de la habitación. La primera etapa consiste en la erección de los postes de la casa y del armazón de madera.


En la preparación de la fiesta para inaugurar el armazón de palos de una casa, los hombres mayores del grupo doméstico, y los shamanes, hacen cruces de palma llamadas tatik martil; cruces que hacen alusión a San Pedro Mártir el cual, a su vez, es un esp´ritu identificado con el Señor del Relámpago maya.


Al frente del poste central de la pared posterior de la casa se ordenan los símbolos protectores utilizados en la fiesta, a saber: el arco de ramas y las flores, velas, licor, cigarrillos hechos a mano, cruces de palma y una jícara con agua del manantial.


Dos shamanes ofician en la ceremonia la cual comienza al encenderse las velas ante los postes del centro. Una de las mujeres quema incienso, resina de pino, y lo deposita ante el árbol.


Uno de los shamanes pasa sobre cada uno de los presentes un manojo de ramas, tomadas de los arbustos cercanos al manantial, y con él les toca la cabeza, los hombros, la espalda y las piernas.


Mientras tanto, las mujeres preparan una comida de arroz, tomate y tortillas.


Se sive café y panecillos y después se ofrece a todos los invitados la comida de arroz y tomate.

Después de la comida, el shamán de más edad sale de la casa encabezando a los miembros de la misma. En cada uno de los postes esquineros clava una cruz de palma y reza. Cada miembro del grupo doméstico, incluyendo los niños, besa la cruz después de haber sido clavada en su lugar. Enseguida pasan de nuevo a la casa y continúan tomando aguardiente el resto de la tarde. Se obsequian cigarrillos, y los hombres comienzan a chancear. Tomar aguardiente es compulsivo: todo el que asiste debe tomar la misma cantidad del aguardiente que se sirve. Después de la fiesta, todos los asistentes "quedan de un corazón".

Fuente: Nash, J. Agasajo a los espíritus en una comunidad de indígnas mayances. En: América indígena 1968 28(4).

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