domingo, 23 de octubre de 2011

Aparicio Saravia


 ¡Cayó en la brecha! Allí debía caer. Era la muerte que más le avenía a su personalidad. El hombre que vivió combatiendo, combatiendo murió. Aparicio Saravia exhalando su último suspiro en mullida cama, en el reposo de los espíritus tranquilos, rodeado de los cariñosos afanes de la familia, como un burgués cualquiera, no se concibe. Su fin trágico contribuirá a hacer aun más legendaria su figura y antes que se extinga su memoria, miles de veces aparecerá el sol vistiendo con su luz las campiñas, los cerros, las cuchillas y pedregales de esa República Oriental que él corrió abajo y arriba, mientras su nombre resonaba de un ámbito al otro, y sus hechos se repetían como creaciones fantásticas de próvida imaginación. Para su causa, se ha cerrado la noche más completa. Porque su causa era él. El era la encarnación de esa causa, el apóstol de esa idea que tantos han seguido y en cuyo  holocausto tantos han rendido el tributo de su existencia. Ha sido una causa, una idea y una bandera, a las cuales atraía prosélitos el prestigio de su nombre repetido centenares de miles de veces por ancianos y jóvenes, niños y mujeres, ciegos adoradores unos, enemigos otros, en ese odio político que divide a la familia uruguaya.


 Al desaparecer Saravia todos han sentido una honda impresión. Parece como si se hubiera arrancado de cuajo una idea y más que el hombre, conmueve la desaparición de esa idea.


Fuente: Caras y caretas 1904 7(311)

Aparicio Saravia (1856-1904)


No hay comentarios: