jueves, 3 de febrero de 2011

Bahía Blanca o Huecubú Mapú

Huecubú Mapú el "País del Diablo", tal era la denominación que daban a la región de la bahía Blanca los indígenas indomables. El nombre terrorífico de la comarca hacía alusión a los enormes lodazales que se tragaban a los cazadores imprudentes.
El terror que los indígenas le tenían a los traicioneros cangrejales, explica que sus orillas pantanosas fueran buscadas por los blancos en sus peligrosas travesías, sabiendo que allí estarían al resguardo de los aborígenes, cuya fantasía agigantaba las diabólicas perfidias de ese país terrorífico.

Charles Darwin describió su travesía hacia la bahía Blanca, realizada el 15 de agosto de 1832: "A la mañana siguiente, muy temprano, se envía a buscar caballos y partimos al galope. Pasamos la Cabeza de Buey, antiguo nombre dado a la extremidad de un gran pantano que se extiende hasta Bahía Blanca.
Cambiamos de caballos y atravesamos durante muchas leguas, marismas y marjales salinos.
Volvemos a cambiar de caballos por última vez y reanudamos nuestra carrera a través del barro. Mi caballo cae y yo me sumerjo en el lodo negro y líquido, accidente muy desagradable cuando no se dispone de trajes de recambio. A algunas millas del fuerte, encontramos un hombre que nos dice que se acaba de hacer un disparo de cañón, señal de que los indios están en las cercanías. Abandonamos, pues, inmediatamente, el camino y seguimos por las orillas de un pantano, prestos a entrar en él si viéramos venir a los salvajes; éste es, en efecto, el mejor medio de escapar a su persecusión. Nos consideramos dichosos de llegar al cinturón de murallas de la ciudad; entonces nos dicen que lo ocurrido había sido una falsa alarma, se habían presentado indios, en efecto, pero se trataba de aliados que deseaban ir a reunirse con el general Rosas. ("Viaje de un naturalista alrededor del mundo")

Días después Darwin visitó la costa del estuario que mediaba entre la fortaleza y Punta Alta: El agua estaba cortada por numerosos diques de barro, que los habitantes denominan cangrejales a causa de la considerable cantidad de pequeños cangrejos que viven en ellos. El barro es tan blando que se hace imposible andar por encima del mismo, ni siquiera dar algunos pasos. La mayor parte de esos diques están cubiertos de juncos muy largos, de los que sólo se ve la punta durante la marea alta. Cierto día que íbamos embarcados, nos perdimos tan por completo en medio de ese lodo, que sólo con grandes dificultades pudimos salir de él. No podíamos ver otra cosa que la llana superficie del fango; el día no estaba muy claro y había gran refracción o, para emplear la expresión de los marineros, "las cosas miraban en el aire". Lo único que o estaba a nivel era el horizonte; los juncos nos hacían el efecto de zarzales suspendidos en el aire; el agua parecía barro y el barro agua.

 
Entre las recomendaciones hechas por el coronel Ramón Estomba, fundador de la fortaleza Protectora Argentina junto a la bahía Blanca, aparecen las siguientes instrucciones de prudente benevolencia hacia el aborigen: "Será generoso, comedido y humano con los indios salvajes y nada omitirá capaz de atraerlos a nuestra amistad ..." A pesar de tales recomendaciones, a los indios se les dio una guerra sin cuartel. Describiendo algunos episodios de esa lucha desigual, Darwin hace diversos comentarios, por ejemplo: "Algunos dias después vi partir otro destacamento de esos soldados, semejantes a bandoleros, que iban a emprender una expedición contra una tribu de indios que se encontraba acampada cerca de Salinas Pequeñas. ... Aqui todo el mundo esta convencido de que es la mas justa de todas las guerras, porque esta dirigida contra los salvajes. Esta guerra es demasiado cruel para que dure largo tiempo. No se da cuartel; los blancos matan a cuantos indios caen en sus manos y los indios hacen otro tanto con los blancos. No solamente han desaparecido tribus enteras, sino que los restantes se han vuelto más bárbaros; en vez de vivir en grandes aldeas y de ocuparse en la caza y la pesca, actualmente viven errantes en esas inmensas llanuras, sin tener ni ocupación ni morada fijas".

Aa semana de haber llegado al país de Huecubú, a fines de marzo de 1828, el ingeniero Parchappe escribía las siguientes líneas, que nos permiten descorrer una esquina del velo de ciertos episodios caracterísitcos de la época: "La nueva de nuestro aaribo a estos contornos se extendió rápidamente entre las tribus errantes de los alrededores; vinieron sucesivamente a acampar próximo a nosotros, en los bordes del Napostá. Estos indios tenían entre ellos numerosas mujeres y niños de raza blanca; cautivos provenientes de invasiones anteriores sobre territorios cristianos y de los cuales no matan más que a los varones adultos. Procuramos rescatar esos prisioneros al precio de algunas yeguas, moneda ordinariamente empleada en esta clase de operaciones; pero la cosa no se hizo sin dificultad y, lo que es más notable, ésta provino de los cautivos mismos, que se hallaban muy ligados a los indios. Desde la expedición del coronel Rauch, contra los indios del sur, un gran número de mujeres blancas que aquel había liberado, se escaparon para volver con los indios. Durante la marcha por la noche se dejaban caer de la grupa de los caballos sobre la cual los soldados las llevan, y se salvan a favor de las tinieblas".




Fuente: Hammerly Dupuy, D. Los últimos malones sobre el país de Huecubú. En: Revista Geográfica Americana 1942 9(109)

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