Los indios peruanos explotaban y trabajaban el oro, que, aun cuando no tan abundante como la plata, preferían los incas en la confección de sus piezas y objetos del culto. Toda la cordillera andina, desde el cerro Gualyacoc, hasta los confines del desierto de Atacama, era un venero de ricos metales.
El "arón" es yn gran disco de oro que los nobles introducíanse en el lóbulo de la oreja, al cual, para tal fin, lo iban agrandando paulatinamente por medio de palillos en foma de cuña, cada vez más grandes. Cuando se quitaban el "arón" quedaba el lóbulo colgando largamente, dando así el aspecto de una oreja grande, de donde les vino el nombre de "orejones" con que despectivamente los españoles denominaban a los incas de la nobleza.
Cuando el Inca tenía que presidir el ceremonial, se llevaban de antemano al santuario las "momias" reales -llamadas "bultos" o "fardos" funerarios- de los Incas que le habían precedido en el mando (málkukúna) y se las colocaba sobre sitiales de oro, alineados a ambos lados del trono real, desde donde, rígidas y hieráticas, parecían tomar parte en la sacra ceremonia, cubierta su faz con máscaras funerarias y con sus emblemas reales de oro.
Los antiguos indígenas del Perú utilizaban el "tumi", especie de cuchillo usado tanto en la paz como en la guerra o en ceremonias rituales, hasta para sus operaciones quirúrgicas, como ser la trepanación del cráneo, y tanto es así que el "tumi" constituye hoy día el emblema de la Sociedad de Cirugía de Lima. En el museo de Hamburo hay un "tumi" que ostenta en la parte superior del mango la figura de un "ichuri" (médico-hechicero) trepanando el cráneo de un paciente, a quien otro sujeta de un brazo. El "tumi" empleado para esta clase de operaciones estaba compuesto de una aleación especial, llamada "champi", a base de cobre, oro y plata.
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