viernes, 1 de octubre de 2010

La astronomía em la América precolombina

Los caldeos describían la Tierra como flotando sobre un océano sin límites y teniendo la forma circular de las embarcaciones que utilizaban para cruzar los ríos, el "kufa", que los nativos emplean aún. El centro del "bote" terráqueo se hallaba ocupado por una montaña de cumbres nevadas cuyos deshielos formaban el caudal del Eufrates. La "embarcación" estaba parcialmente anegada, bien que su borda, como un dique gigantesco, separara los mares internos del océano universal que, por tales factores, no podía ser visto por ningún mortal. Sobre esa borda circular y descomunal apoyábase el firmamento abovedado, encima del cual se deslizaba el Sol. Este desaparecía hacia el Occidente por la entrada de un túnel subterráneo que le permitía reaparecer por el extremo Oriente.



Recuerda el historiador Máspero que el universo concebido por los egipcios se asemejaba a las interpretaciones de los astrólogos mesopotámicos: imaginaban el mundo habitado como una concavidad rodeada de montañas sobre cuyas cumbres más elevadas apoyábase un cielorraso de hierro del cual estaban colgadas las estrellas que se extinguían ante la presencia del sol. Este era considerado como un disco de fuego que navegaba por un Nilo celestial que desaparecía en las gargantas de Dait donde ocultaba su luz, mientras bogaba ocultamente haciendo un circuito que le permitía presentarse nuevamente por el Levante.




La hipótesis de que en América existieron observatorios astronómicos ha dejado de ser una simple conjetura. La evidencia es producida por una serie de investigaciones realizadas, principalmente, entre las ruinas de los mayas. La antiguedad de los conocimientos astronómicos de ese pueblo culto queda evidenciada por el estudio de las ruinas del antiguo imperio, descubiertas en 1916 por la Segunda Expedición Arqueológica, realizada en la América Central por la Institución Carnegie, de Wáshington. En plena selva guatemalteca, en Petén, fueron halladas las ruinas de Uaxactum. Durante el año 1924, mientras Frans Blom, miembro de la séptima expedición de la mencionada entidad, estudiaba los monumentos del grupo E, comprobó que éstos formaban un magno observatorio astronómico. Precisamente enfrente de la pirámide E VII, caracterizada por sus notables mascarones entre los que se extienden las escalinatas que permiten llegar a una plataforma, se halla la estela 20 que servía de punto de mira al sacerdote-astrónomo.


El observatorio astronómico de Uaxactum se caracterizaba por tres pirámides complementarias que aparecían hacia el Este. Mas allá de lo que podría haber sido una plaza, existe una plataforma escalonada sobre la que se levantan tres templos idénticos. Contemplando el horizonte desde el pie de la escalinata de la pirámide y tomando como punto de vista el vértice de la estela mencionada, se verifica que el 21 de marzo y el 23 de septiembre, vale decir que en los equinoccios de primavera y de otoño, el disco del sol surge precisamente por encima del templo E II. Si se repiten las observaciones el 22 de junio y el 22 de diciembre, o sea en el solsticio de otoño y en el de invierno, el centro del astro diurno aparece, respectivamente, sobre el muro del extremo norte del templo E I y sobre el muro del extremo sur del templo E III.






Entre todos los monumentos arqueológicos de carácter astronómico del Nuevo Mundo, se destaca el observatorio de Chichén Itzá. Esa construcción circular, que es generalmente conocida con el nombre de el Caracol, tiene características que le son exclusivas: no hay otro monumento maya con una cornisa formada por cinco franjas; el cuerpo del edificio tiene cuatro puertas que miran hacia los respectivos puntos cardinales, dando acceso a un corredor; otras cuatro puertas miran hacia el pasillo que rodea internamente la torre. El afamado observatorio remataba con una habitación a la cual se llegaba por una escalera en caracol: en esa altura de la construcción había unas aberturas que parecían troneras, destinadas indudablemente, al estudio de los movimientos de los cuerpos celestes. El arqueólogo Morley descubrió, en 1923, una inscripción jeroglífica con 132 signos que aparecen en un nicho entre las dos escaleras que dan a la terraza del observatorio astronómico de los itzaes.

Fuente: Hammerly Dupuy, D. La astronomía en la América Precolombina. En: Revista Geográfica Americana 1941 16(99)


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por la publicación. De inmenso valor sería contar con el resto de los trabajos de Hammerly Dupuy, dispersos en varios números de la Revista Geográfica Americana.