sábado, 5 de junio de 2010

Renato Laennec

Renato Laennec, médico en jefe del Hospital Necker, donde no habían admitido a su maestro Corvisat porque no llevaba peluca, puso grandes esperanzas en lo de la auscultación pero también halló en ello grandes dificultades debido a que los pacientes, en aquel entonces, con todo y el grado de modernismo aparente a que había llegado la medicina, estaban bastante sucios, las más de las veces, e inundados de parásitos. Y lo de apoyar la oreja contra un pecho sucio era algo que estaba muy lejos de ser agradable para un médico tan pulcro como era Laennec; mas también habían otras dificultades ya que algunos pacientes eran tan gordos que los sonidos se perdían o eran muy confusos cuando llegaban al oído.
Y en realidad fue esto último lo que indujo a Laennec a inventar el estetoscopio. Una de sus pacientes era una muchacha joven, muy gorda, que sufría de una enfermedad del corazón; y Laennec no podía oir el menor sonido a través de un pecho tan bien aislado. Y un día, cuando se encaminaba hacia el hospital, acertó a pasar por los jardines del Louvre, donde se detuvo a mirar cómo jugaban unos niños alrededor de unas pilas de tablones y he aquí que un niño aplicaba su oreja a uno de los extremos del tablón mientras que otro, al otro extremo, daba unos golpes que se transmitían a todo lo largo del tablón de madera. Laennec vio inmediatamente que ésta era la solución de su problema y dirigiéndose con gran prisa al hospital se fue inmediatmente a la habitación donde estaba la muchacha gorda y apoderándose de una revista la enrolló a modo de un cilindro y, con gran asombro de los presentes, aplicó uno de los extremos de este instrumento rudimentario al pecho de la enferma mientras aplicaba su oreja al otro extremo. Y con gran alegría por su parte, he aquí que oyó con perfecta claridad los sonidos del corazón y los de la respiración.
[Fuente: Haggard, H. (1941) El médico en la historia]

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