lunes, 21 de junio de 2010

La mujer en la sociedad patagona




La mujeres sujetaban sus vestiduras por medio de pinchos o alfileres de madera o metal y en la misma forma el poncho que cubría su espalda y cruzaba sobre el pecho. Entre el poncho y el cuerpo llevaban la criatura más pequeña, viéndose la cabecita del niño tras la de la madre. Llamaron siempre la atención las patagonas por lo vestidas que andaban. La razón no debe buscarse en la temperatura bajísima que debían soportar sino que se debía al pudor de estas mujeres; recuérdese que los yámanas y yaghanes, que vivían en regiones más frías, no se cubrían.


Las ocupaciones de la mujer patagona eran muchas y abarcaban todos los aspectos materiales de la vida de la tribu. Comenzaban con el alba, yendo a buscar los caballos que la noche anterior dejaran lejos de los toldos; los ensillaban para que los hombres pudiesen salir a cazar en seguida de haber comido su almuerzo, de carne de guanaco o liebre a medio asar o cocer, que las mujeres mismas habían preparado. Mientras los indios buscaban carnes frescas, ellas se ocupaban de limpiar los cueros de cuanto resto de hueso y nervios conservasen, los sobaban y unían entre sí por medio de los mismos nervios. Formaban así, los materiales con los que construían sus toldos, sobre los que dormían, y los recados para sus caballos.
Reservaban para usar como vestidos sus mejores cueros, los más blandos, que antes de unir entre sí, pintaban con motivos individuales.
Si el cacique había determinado cambiar de lugar con el fin de hallar mayor caza o buscar agua, las mujeres debían desarmar el toldo y cargarlo ellas mismas conjuntamente con el resto de su modesto ajuar. Para transportar sus chiquitos los introducían en las cunas envueltos en cueros arreglados, como dentro de un estuche del que sólo asomaban la cabeza y los pies. Más tarde, cuando pudieron disponer de caballos, probablemente por canje con los indios pampas, cargaban sus enseres sobre ellos y guiadas por algún indio viejo iban las mujeres camino del nuevo lugar marcado de antemano, siguiendo las veredas que unían las aguadas. Llegaban antes que los hombres y para el momento del arribo de éstos debían tener armados los toldos y preparada la comida.

Fuente: Constanzo, M. La mujer en la sociedad patagona. En: Revista Geográfica Americana 1940 8(85)



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