Durante muchos siglos, antes de Santorio, se había observado el hecho de la enfermedad siempre va acompañada de fiebre, pero nadie había medido este aumento de la temperatura ni se sabía con certeza que el organismo en su estado normal se mantiene a una temperatura constante. Santorio fue el primer médico que usó el termómetro para medir la temperatura del organismo; y su termómetro, que era muy diferente del que el médico de hoy día se saca del bolsillo, se componía de un tuvo de cristal retorcido que terminaba en una forma de huevo en su extremo superior, y cuyo extremo inferior abierto se introducía en un receptáculo lleno de agua. El paciente se introducía el huevo en la boca y el aire en el interior del tubo al calentarse se dilataba y escapaba por el agua y cuando ya no salía más aire se sacaba el huevo de la boca, se dejaba enfriar el tubo, el aire al enfriarse se contraía y entraba agua dentro del tubo; la altura a que llegaba el agua era la medida del aire escapado del tubo y por consiguiente de la temperatura concentrada en el huevo, o sea la del paciente que lo había tenido en la boca.
Durante siglos habían los médicos tomado el pulso en la muñeca y habían discernido acerca de la enfermedad de acuerdo con su fuerza y regularidad, pero ninguno lo había contado para apreciar su rapidez. Galileo, según se dice, contó sus pulsaciones con el péndulo pero lo que realmente hizo fue calcular la oscilación del péndulo con el pulso. Santorio fue el primero que contó el pulso. Santorio no usaba un reloj para tal menester y por una razón obvia; porque si bien el reloj se había inventado en 1510, a principios del siglo diecisiete no tenía todavía minutero; lo que Santorio usaba era un péndulo, cuyas oscilaciones graduaba hasta que iban al unísono con el pulso del paciente y las pulsaciones no se medían tantas por minuto, como se hace hoy en día, sino tantas por centímetro de la longitud del péndulo.
[Fuente: Haggard, H. (1941) El médico en la historia]
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