En la ciudad de Aix-la-Chapelle, una mañana sus habitantes, al despertarse, la ciudad estaba invadida por todo un grupo de gente extraña, que había venido de Alemania. Silenciosamente, esta gente, que al parecer iba derecho a lo suyo, cruzó las calles hasta llegar a una plaza y una vez allí formando un círculo se puso a bailar; un baile tan extraño que nadie en la ciudad lo había visto bailar jamás. Despacio al principio y luego cada vez más de prisa, los habitantes se contorsionaban hasta finalmente torcerse y retorcerse y saltar y brincar en un verdadero frenesí, chillando hasta desgañitarse, con los ojos fijos y espumarrajeándoles la boca. Uno tras otro se desplomaban en el suelo, exhaustos, pero a medida que así dejaban sus puestos en la danza los sustituían otros de la ciudad. El contagio de la Manía del Baile, contagio mental, basado en la sugestión, se difundía por el solo hecho de ver bailar a los bailarines.En 1418, este caos mental alcanzó el máximo de su furor, en la ciudad de Estrasburgo; los sacerdotes trataban de consolar y tranquilizar a las víctimas de esta manía, que tomaron a San Vito como su santo patrón y a quien rezaban para que los librara de esta pasión desenfrenada que los dominaba.La Manía del Baile tuvo lugar hace quinientos años, pero el nombre, baile de San Vito, ha subsistido y se aplica hoy día a una enfermedad nerviosa llamada corea, que produce unas contracciones nerviosas en la cara y en las manos.
[Fuente: Haggard, H. (1941) El médico en la historia]
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