La medicina le debe a un predicador inglés llamado Esteban Hales, el primer intento que se hizo de medir la presión de la sangre en las arterias. Hales compartía sus deberes religiosos con la investigación científica y así inventó la ventilación artificial. Se había dictado una ley que establecía un impuesto a las ventanas y para no tener que pagarlo, se tapiaron las ventanas de las casas de pisos y prisiones, que estaban a cargo de concesionarios privados. En esto estalló una epidemia de tifo y como el tifo se atribuía a los malos aires y los malos olores, Hales intentó purificar el aire en la prisión llamada de Newgate, erigiendo en su torre un gran ventilador movido por un molino de viento. Con todo y la gran utilidad de la invención, en este caso no solucionó la cuestión, ya que no afectó en nada a los piojos que, como se sabe hoy en día, eran los causantes del tifo.Hales midió la presión de la sangre, no en un ser humano, sino en su caballo, al que le aplicó en una arteria un tubo muy largo de cristal, y la sangre alcanzó en el tubo una altura de más de 180 centímetros latiendo al mismo tiempo que latía el corazón. Desde los tiempos de Harvey, hacía más de un siglo, este era el primer avance real que se hacía en la fisiología de la circulación de la sangre; y la medida de la presión sanguínea es uno de los métodos más útiles de diagnóstico con que cuenta el médico moderno que, no hay ni que decirlo, lo aplica de un modo muy diferente a como lo hacía Hales, usando un sistema mucho más simple y sin causar dolor alguno. Consiste este sistema en calcular cuánto se tiene que apretar el brazo, con un elástico en el que se introduce aire, para parar momentáneamente el paso de la sangre; la presión necesaria para llevar esto a cabo es igual a la presión de la sangre.
[Fuente: Haggard, H. (1941) El médico en la historia]
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