lunes, 10 de mayo de 2010

Ambrosio Paré

En 1559, hacía doce años que Enrique II, de la casa de Valois, reinaba en el trono de Francia; y tenía entonces cuarenta años de edad. Una vez más se había puesto fin a las guerras con España y Alemania, se había firmado uno de los muchos tratados de paz y para sellar esta paz el Rey iba a casar a su hija, la princesa Isabel, con el Rey de España y a su hermana con el Duque de Saboya. Y por esta razón el mes de junio de aquel año, 1559, iba a ser un mes de festejos, bailes, cacerías y torneos en la corte de Francia; y el Rey, para hacer gala de compañerismo con sus oficiales y deslumbrar a las damas de la galería con sus proezas, tomó parte en las justas y así fue como retó a Gabriel, Conde de Montgomery, Señor de Lorges, Teniente de la Guardia Escocesa, a que rompiera una lanza con él. Vistió Montgomery la armadura y montó sobre su caballo con gran aprensión, ya que su situación era bien desventajosa: si perdía caía en ridículo y si vencía arriesgaba el favor del Rey por cuyas notorias veleidades más de un caballero, menos discreto que valiente, había perdido su influencia en la corte por su fortuna en la justa; pero en este caso el destino había puesto en juego algo más que fama y favores y tratábase de una cuestión de vida o muerte.
Empezó la justa, la lanza de Montgomery chocó contra el casco de acero del Rey, se rompió en astillas y una de éstas, pasando por entre la visera, le atravesó un ojo hasta llegarle al cerebro. El Rey se desplomó en el suelo, lo llevaron a su cama sin sentido y murió. Montgomery escapó, para huir de la venganza de la Reina, Catalina de Médicis, y años más tarde fue capturado; lo torturaron y lo ejecutaron.
Alejandro Dumas, autor de Tres mosqueteros, describe este incidente en una de sus románticas novelas, y nos cuenta del tratamiento médico que se aplicó al Rey. Se requirió inmediatamente la presencia del cirujano real, llamado Ambrosio Paré, que reconoció la herida pero que desgraciadamente no conocía lo bastante la anatomía de la cabeza para atreverse a llevar a cabo una operación en busca de la astilla; en consecuencia mandó a buscar a Vesalio y el gran anatomistas, prestado por la corte de España, cabalgó noche y día hasta llegar a París. Después de saludar a Paré reconoció al Rey y ordenó inmediatamente le trajeran las cabezas de dos criminales que habían sido ejecutados; y allí, en la misma cámara del paciente, él y Paré disecaron estas cabezas para tratar de obtener la precisión anatómica necesario a fin de llevar a cabo la operación. Pero todos sus esfuerzos fueron en vano; el Rey murió de una infección en el cerebro.
Es posible que esta historia del encuentro de Vesalio y Paré no sea más que la invención de un novelista, mas no por ello deja de tener su valor significativo; ya que el hecho de que Paré estuviera al corriente de los conocimientos anatómicos de Vesalio resultó en grandes adelantos en el campo de la cirugía.
 [Fuente: Haggard, H. (1941) El médico en la historia]

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