Con el tiempo, los eruditos medievales obtuvieron más manuscritos, más autoridades que citar, en algunos casos por medio de algún viajero o traductor, como Constantino de Africa, que fue a Salerno; y con las cruzadas, los hombres de occidente entraron en contacto con los letrados de oriente, versados en las ciencias de su época, y se maravillaron ante el gran saber de los musulmanes.Donde todo se depuraba era en las universidades; allí se desmenuzaban las creencias que convenía que aceptaran los cristianos, a base de hábiles argumentos y se refinaban pasando por la lógica detallista del escolasticismo medieval.Dudar, discutir, era herejía y la herejía era una amenaza contra la seguridad de la iglesia y minaba los principios básicos de la fe cristiana; en consecuencia, había que irle al encuentro con los castigos más severos. A los herejes se les excomulgaba y hasta se les quemaba, además de asegurárseles que irían al infierno por toda una eternidad.
[Haggard, H. (1941) El médico en la Historia]
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