Después de la caída del Imperio Romano de Occidente, la medicina de occidente se convirtió en medicina monástica; o sea que los monjes actuaban de médicos, lo mejor que sabían, y que en muchos de los monasterios se daba asilo a los enfermos. Entre los bárbaros de Alemania la práctica de curar estaba, en general, en manos de las mujeres de la tribu. Por las ciudades del reino Franco pululaban sacamuelas ambulantes y charlatanes que pretendían ser cirujanos y dentistas, sin que, en realidad, hubiera verdaderos médicos a no ser, por excepción, entre los judíos que habían emigrado a Arabia; y desgraciadamente, a los cristianos les estaba prohibido acudir a los médicos judíos.
[Fuente: Haggard, H. (1941) El médico en la historia]
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