La paz se hace bajo la condición de que el gobierno les ha de dar aguardiente, vacas, yeguas, telas, prendas de plata, raciones anuales y mucho más, pues nunca cesan de lamentarse de sus miserias y son la gente más pedigüeña que se conoce.
La paz con los indios dura lo que dura la paz de la república, pues apenas la guerra externa o interna reclaman la acción del ejército de línea en otro teatro, los indios, nuestros aliados y amigos, ensartan el tratado en sus chuzas y se lanzan de nuevo al pillaje y a la carnicería.
Consolidada la tranquilidad y bien ocupada de nuevo la frontera, los vándalos, que acaban de hacer su agosto, se vienen otra vez a las buenas, promoviendo explicaciones y ofreciendo excusas tan pérfidas como astutas. Unas veces, el cacique general asume la responsabilidad de la violación de la paz y apela a la calumnia: dice que los jefes de frontera tienen la culpa de la sublevación de sus súbditos, que el no puede contenerlos a pesar de haberlo intentado vivamente, porque dichos jefes en vez de darles las prendas y raciones se quedan con ellas.
En otras ocasiones los caciques protestan s fidelidad a la paz, se lavan las manos en presencia de los crímenes y con pilatuna hipocresía, declaran que los ladrones son capitanejos rebeldes o alzados, cuyo castigo piden al mismo gobierno nacional, porque diz que ellos no pueden hacerlos entrar por el camino de la paz.
He aquí trazada a grandes rasgos la política exterior de aquellas hordas de ladrones corrompidos en infernales borracheras, sin más hábitos de trabajo y de milicia que los vandalaje. Son profundamente desconfiados del cristiano o huinca, que para ellos tanto quiere decir como enemigo; pero nosotros, obligados a contemporizar con su infame conducta, a causa de haber tenido que retroceder ante el desierto que los favorece, no habíamos podido todavía desplegar toda la energía con que deben ser tratados. Felizmente el día de hacer pesar sobre ellos la mano de hierro del poder de la Nación ha llegado, y quedará todo concluído cuando la frontera tenga por línea natural la del río Negro.
Fuente: Zeballos, E.S. (1878). La conquista de quince mil leguas.
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